¿Y qué tal si el idiota es otro? ¿Si el imbécil no es ese personaje amarillento, de ojos saltones, llamado Homero Simpson?...Hay muchos ya tomándose tan en serio; demasiado en serio. Tan planchados en su solemnidad que el traje no les permite moverse, ni siquiera doblar el brazo. Se horrorizan si una arruga les desluce la máscara de seriedad.¿Qué tal si la mejor vida no es la del apóstol ese, otro Flanders más, que deslumbra por apuntar la vista hacia un cielo siempre esquivo? ¿Qué tal si nos estamos perdiendo de lo mejor por no entrar al bar de Moe? En ese buen lugar donde las cervezas, la simplicidad y la filosofía se reducen a una chanza o a darle la vuelta a los problemas cotidianos. Donde la única seriedad que cuenta, es la de expresar lo que sentimos y pensamos, tal cual lo sentimos y pensamos. Tal vez ahí encontremos reunida a la verdadera humanidad, y no en esos escaños y púlpitos, donde arreglar el mundo responde a cálculos cuidadosos en pos de otros fines...
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