jueves, 9 de octubre de 2008

El elefante en la cristalería

Que la vida es sueño nos repetía inoportuno Calderón; y le tomábamos por loco, sin prestarle atención a sus palabras que se desgranaban como un ventarrón odioso. Que la vida es un sueño, y una ilusión fugaz, descubríamos una mañana sin estar preparados para semejante golpe; y que la ilusión es frágil: cuanto más querida más frágil. Para entonces, ante nosotros se presenta la vida en sus dós únicas opciones: una vida construída de sueños, por tanto delicada y pronta a romperse; o una vida tosca, burda, construída de materiales ordinarios y cotidianos, resistente a los golpes, con los zapatos bien plantados sobre el suelo, sin los peligros y molestias que entrañan los sueños y las ilusiones. Esos sueños e ilusiones que, a pesar de su fragilidad, libran de la monotonía, lo consuetudinario, que hacen valer cada día vivido aunque se hayan vivido con todos los peligros y riesgos que representa un elefante dentro de una cristalería.

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