Que es un vicio, claro. Pero no de alcohol, nicotina, ni mucho menos cualquier otra porquería. Pero, vicio igual. Te levantas en la mañana, y aún sin sacudirte la modorra corres a la esquina acostumbrada a comprar los dos diarios de tu predilección. Regresas, enciendes la tele en los noticiarios o en los programas de comentarios matutinos y mientras desayunas te disparas todas las páginas de los cachivaches que buscaste con tanta urgencia. Terminas atragantado entre tanta miseria y malas noticias. Políticos corruptos, policías abusivos, promesas incumplidas y víctimas de la fatalidad, la violencia o del desencanto. Terminar colgado de una soga no es como para facilitarle la digestión a nadie. Pero eso es el periodismo. Como dicen ellos mismos: las buenas noticias no venden. Qué le vamos a hacer. Pudimos haber sido sastres, o camioneros, o vagos empedernidos. Pero, no. Tuvimos que obstinarnos en ir a la universidad y estudiar esa vaina. Una especie de vampirismo moderno, a pesar de todas las buenas razones que algunos invoquen para justificar la profesión. ¿Libertad de expresión? ¿de información?...Qué va. ¡Dráculas del último siglo! ..
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