Ataque de pánico súbito le llaman. Te sudan las manos, te palpita el corazón y sientes una urgencia incontrolable por correr hacia donde sea; lejos del miedo y la angustia. Y eso no es todo: te conviertes en reo voluntario de tus miedos y temores...hasta que sientes que siete meses de encierro ya es suficiente. Entonces haces a un lado el orgullo y reconoces que concertar una cita con un psiquiatra no es el fin del mundo. Ni siquiera es la antesala a cuartos acolchados y camisas de fuerza. Más bien es el inicio de un proceso de autoconocimiento y la hora de afrontar una dolencia sicológica que hace mella en la vida de cientos de miles de individuos que, o no se atreven a enfrentarlo o ignoran su padecimiento: sólo lo sufren. Unas sesiones con la psiquiatra y unas pastillitas recetadas por un período más o menos significativo y recobras la libertad. Recobras tu vida. Aprendes que el estrés, las preocupaciones, las angustias, son todas un modo de vida para nada saludable. Y valoras en su justa dimensión aquello de "no sólo de pan vive el hombre".También vive de su paz mental; de la tranquilidad que pueda alojar en su espíritu.
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