miércoles, 8 de octubre de 2008

Estampitas de cristal

Es que la televisión se ha venido a convertir en una especie de santoral moderno, como quien dice, de la era digital. Nos sentamos frente a ella y optamos por creer todo lo que nos presenta, sin ejercitar una sola de nuestras neuronas, y aceptando como artículo de fe cuanto vemos y oímos en la pequeña pantalla. Por ello no es de extrañar que, como una plaga de hongos que se multiplican descontroladamente, se nos paren al frente cualquier cantidad de individuos, que hasta ayer desconocíamos, pontificando y gesticulando sus dogmas de fé recién bajados del Sinaí. Frente a la que una vez fuera la caja boba y ante tan imponentes titanes de la integridad y la virtud cívica recuperamos la fe en el género humano. ¿Cómo es posible que pensara tan mal de la humanidad teniendo entre nosotros a un individuo que más parece un dios bajado de las cumbres del Olimpo? Craso error. Facilítale lo que quiere - una silla presidencial, un escaño legislativo o tu voto en la urna- y serás testigo de la más lamentable y estrepitosa caída de un ídolo con pies de barro. ¿Cómo reconocer a estos bichos traicioneros? Cúidate de los que te hablan de virtudes ciudadanas, de libertad y transparencia, de la sociedad corrupta que nos envuelve... Y cúidate sobre todo de aquellos que muestran un claro desfase entre sus obras y sus palabras.

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